
Pensar que él esperaría dentro era un aliciente, un aliciente extremadamente excitante.
Podía quitar el hipo a cualquiera, y ella sabía que sería para ella… como si solo fuese a ocurrir esa vez.
No hacía falta hablar, mirarse fue suficiente, lo demás ya vino solo.
Obviamente ya se había despojado de todo aquello que no la dejara ver ni actuar, por dentro y por fuera, sentía ese impulso casi primitivo.
Como era de esperar, no hizo falta más.
Hacía tiempo que todo lo relacionado con él se había vuelto intensamente erótico, aunque solo se tratase de algo que él había tocado, o lugares donde él había estado, todo ello hacía despertar en ella algo mucho más que deseo, y estaba dispuesta a demostrarlo.
Pronto se encontró posando las manos en los cristales, el agua caía suavemente, y se había olvidado todo lo demás, ciertamente, así era.
El sumidero no realizaba bien su función, creándose una balsa que además de espuma, podría jurar que lo saturaba también la propia situación, repleta de pasión, impulsos, sumisión, agotamiento, deseo de más, y más, y más.
Ayudaba a guiar sus manos, y escuchaba como él aceptaba esto. Le encantaba.
No se podría decir más, o sí, claro que sí, pero es mejor que no se plasme, solo de pensarlo...
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