A veces desearía bajar a la calle, a altas horas de la madrugada, y pasear, sola.
Quizás mejor aún si allá afuera me esperara un campo abierto, kilómetros de tierra, millones de estrellas, eternos silencios, y un horizonte tan extenso como el mismísimo océano.
Desearía respirar hondo y notar esa bendita soledad, que en algunos momentos todos necesitamos…
No tener hora de llegada al punto de partida, no reconocer responsabilidades ni ataduras, no sentir que debo volver.
Expulsar vaho al respirar, debido a un frío polar que me helara los huesos, y abrazarme a mí misma para protegerme, o al contrario, poder desnudarme allí mismo y notar mi piel de gallina al sentir un tremendo calor, altas temperaturas.
Si me permito pedir más, la noche es más acogedora, me gusta esa negrura aplastante, iluminada por la luna, por qué no.
A veces me siento en mi cárcel y envidio a todo aquel que pueda disfrutar de aquello que ahora mismo mi imaginación inventa.
Huir a alguno de esos paisajes sería una buena experiencia, y proponerse algo así es más que tentador.
lunes, 14 de febrero de 2011
Por suerte :)
Por suerte, todavía quedan de esas.
Todavía quedan de esas personas que sonríen contra viento y marea, y que te lo contagian constantemente, de esas que da gusto escuchar, que cambian tu mal humor o alzan tu ánimo, todavía por suerte puedes acabar el día de manera muy distinta a como la empezaste gracias a ellas, no es fácil encontrar personas que den lo mejor de sí mismos para ver como lo disfrutas, ni es común poder ver la más bonita de las sonrisas dedicada solo a tí. Por suerte, aún sabiendo que ya no soy una niña, puedo serlo de vez en cuando, y reirme a carcajadas, caerme al suelo en cualquier parte, y decir estupideces, e inventar mil y una chorradas sin sentido que solo dos estúpidos entenderían. Pues, qué suerte que ese ángel está ahí, cuidando de que yo esté.
Todavía quedan de esas personas que sonríen contra viento y marea, y que te lo contagian constantemente, de esas que da gusto escuchar, que cambian tu mal humor o alzan tu ánimo, todavía por suerte puedes acabar el día de manera muy distinta a como la empezaste gracias a ellas, no es fácil encontrar personas que den lo mejor de sí mismos para ver como lo disfrutas, ni es común poder ver la más bonita de las sonrisas dedicada solo a tí. Por suerte, aún sabiendo que ya no soy una niña, puedo serlo de vez en cuando, y reirme a carcajadas, caerme al suelo en cualquier parte, y decir estupideces, e inventar mil y una chorradas sin sentido que solo dos estúpidos entenderían. Pues, qué suerte que ese ángel está ahí, cuidando de que yo esté.
sábado, 22 de enero de 2011
escribir
No se debe escribir cuando no se tiene nada que decir, cuando no se tiene la necesidad de expresar algo, jamás se debe forzar, ni obligarse a plasmar ideas que no salen del todo de dentro...
Pero, y cuando salen, ¿por qué olvidarlos? ¿Por qué no dejar constancia de ellos?
A veces las personas no necesitamos hablar, ni escuchar, ni contar a nadie ninguno de nuestros pensamientos, a veces solo basta con coger un papel, y hasta que te duela la muñeca expulsar todo lo que pasa por tu cabeza, o ver como van apareciendo en el fondo blanco de una pantalla de ordenador.
Parece absurdo, y es que a veces las mismas personas lo somos, pero es una bonita sensación, es como si estuvieras transmitiendo eso que escribes a alguien en ese preciso momento, tienes la sensación de ello, y la seguridad a la vez de que no es así en realidad, porque en ocasiones no queremos que así sea…
Hay noches en especial, que me pasaría horas escribiendo palabras sin sentido, separadas con comas, quizás pequeñas frases, sin coherencia ni orden alguno, como todo lo que pasa por nuestras mentes, solo esas palabras que salen en el mismo instante, recordando momentos del día, de ti mismo, de tu vida.
A los que crean que escribir no sirve de nada, que se conforman leyendo las palabras de otros y no se atreven a lanzar de vez en cuando unas pocas suyas, o los que se arrepienten nada más haberlas escrito y las destruyen.
Esta es la mejor terapia para uno mismo, sin duda, de las más especiales.
Pero, y cuando salen, ¿por qué olvidarlos? ¿Por qué no dejar constancia de ellos?
A veces las personas no necesitamos hablar, ni escuchar, ni contar a nadie ninguno de nuestros pensamientos, a veces solo basta con coger un papel, y hasta que te duela la muñeca expulsar todo lo que pasa por tu cabeza, o ver como van apareciendo en el fondo blanco de una pantalla de ordenador.
Parece absurdo, y es que a veces las mismas personas lo somos, pero es una bonita sensación, es como si estuvieras transmitiendo eso que escribes a alguien en ese preciso momento, tienes la sensación de ello, y la seguridad a la vez de que no es así en realidad, porque en ocasiones no queremos que así sea…
Hay noches en especial, que me pasaría horas escribiendo palabras sin sentido, separadas con comas, quizás pequeñas frases, sin coherencia ni orden alguno, como todo lo que pasa por nuestras mentes, solo esas palabras que salen en el mismo instante, recordando momentos del día, de ti mismo, de tu vida.
A los que crean que escribir no sirve de nada, que se conforman leyendo las palabras de otros y no se atreven a lanzar de vez en cuando unas pocas suyas, o los que se arrepienten nada más haberlas escrito y las destruyen.
Esta es la mejor terapia para uno mismo, sin duda, de las más especiales.
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